domingo, agosto 16, 2015

Se llama Invierno.

Cuando la conocí pensé que se llamaba Esperanza, aunque para mí siempre fue invierno. Fue una ráfaga de aire fresco y limpio cuando mis pulmones no conseguían apenas funcionar. Vino en forma de pequeña luz que cada día se iba haciendo más grande. Desde un principio pensé que aquella luz que emanaba, iba a ser intermitente, hasta que decidió quedarse. Cada día aquella luz era más blanca, más fuerte, más brillante. Me ayudaba a ver mi oscuro mundo a colores. Me prometía que jamás iba a apagarse, pero a veces la observaba parpadear agotada, deseando que aquella oscuridad pasara pronto para poder verla brillar como tanto me gustaba. Luego llegó la gran llama, le decía que se iba a quemar, pero ella insistía en que aquello era lo que más le apetecía. Ahora soy yo la que quiere quemarnos juntas para resurgir de nuestras cenizas, de cero, una y otra vez. Quien quiere ser la energía que esa luz necesita y se merece para brillar más fuerte que nunca y superar otoños, primaveras y veranos siendo Invierno y siendo hogar en cualquier parte.

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