domingo, febrero 23, 2014

3:00

Noche de invierno en el centro de Madrid. Escasean los coches y el ruido del tráfico cesa según van pasando las horas. Las luces, los semáforos en rojo y la última ventana encendida en el edificio de en frente, desaparecen.

Me aparto, casi sin hacer ruido, de la única ventana de la habitación y dejo de respirar ese aire frío que me recuerda tanto a ti porque,
al fin y al cabo,
hoy no he venido a hablar de ti,
ni de mí,
ni de un no-nosotras.
Te aparqué junto a Neruda en cuanto descubrí que no fui la primera que te escribió y mucho menos la única.

Ahora, cuando callan mis pensamientos, es cuando el tic tac de los relojes empieza a asemejarse a esas campanadas que suenan en todo un pueblo cuando ha fallecido alguien. El tictac anuncia la muerte de mis recuerdos, está claro que de todos no, ni siquiera de los recuerdos mismos, pero sí de lo que me hacían sentir.
Anuncian el final de cada despedida que he llegado a presenciar
o el final de cada viaje en el tiempo, pero hacia atrás,
por desgracia,
este no es un regreso al futuro
y no hay nada que pueda ya cambiar.

Me dejo caer de espaldas en la cama, mi fiel compañera, la cual ha presenciado más películas que cualquier cinéfilo de los noventa y ha servido de base en más de una melodía en la que mis lágrimas marcaban el compás como lo hacían antes aquellos besos mientras un bis de caricias nos pedía más.

Hoy he venido a hablar
de que no me apetece callar
porque ya no dueles
como hacías antes.
Porque ya no nos echo en falta
no hay más nudos de garganta,
pequeña.

Ahora hay libertad
y ganas de soñar,
de personificar
los versos más bonitos,
los que ya no te pertenecen.
Aquellos que ya no te nombran,
ni nombran a otra,
pero, léeme bien:
Ni falta que hace.

Si algo me han enseñado los poetas es a querer algo con ganas,
pero sus poemas me han enseñado que ellos eligen de quién hablan y no quien los lee.

Y aunque quiera con todas mis ganas leerte en todas partes, no lo decidiré, dejaré que ellos me cuenten cómo te conocieron tan frágil y valiente,
con letras y señales
tal y como te encontré.