jueves, agosto 28, 2014

Ojalá espere.

Hay días en los que me da por pensar y,
cuando pienso, lo hago de más.
Es por eso que intento pensar lo menos posible,
aunque a veces haga menos bien que mal.
Por ejemplo, hoy, he estado pensando en ti.
Otra vez.
Y, joder, será por la de tiempo que llevas paseando por mi mente
de un lado a otro, mareándome con el vaivén de tus caderas al caminar.
Me recuerdas a cada instante cómo no estoy contigo y me haces imaginar cuan afortunado se debe sentir ese alguien cuando eres tú quien empieza una conversación y no resulta nada incómoda. También pienso en cómo teniéndote tan "cerca" tanto tiempo, aún siga tan, pero que tan lejos.
Son noches y noches seguidas sin descansar de ti,
te has llegado a colar en sueño tras sueño y, cariño,
siempre siendo la reina de la fiesta, como de costumbre.
Sé lo que aún queda para decir que esto que escribo me encantaría que fuera solo para ti y que pensando se llega a (tu) Roma,
porque voy a paso lento y casi no avanzo,
y dejo de pensar, ya que,
Roma, puede esperar.

jueves, agosto 14, 2014

No volveré a quedarme con las ganas.

Y es que no hay peor castigo por no haberme sincerado
que saber con puntos y comas que otra te está diciendo
lo que yo tanto te he pensado.

Recuerdo haberte escrito una carta a mano en mitad de una madrugada un poco fría y silenciosa. Hasta bajé de un armario mi máquina de escribir, después de un año sin emplear su tinta en nadie, para que mi poco estética caligrafía no estropeara todo aquello tan bonito que te pretendía contar. Y andar con pies de plomo en cada frase que te decía, escribía o dedicaba por miedo a parecer una de esas locas que juran amor eterno a la primera de cambio, como quien jura decir la verdad y nada más que la verdad diciendo así la primera mentira antes de siquiera acabar la frase.

Tenía y tengo miedo de que sepas todo lo que pasa por mi mente, por eso nunca llegaste a leer esa carta que decía más entre líneas que en las líneas propias.
A mitad de camino, saqué el folio de la máquina y tiré ambos papeles repitiéndome una y otra vez lo tonta que era por creer que te interesaría algo de lo que yo tenía que contarte.
Y ahora me arrepiento.

Me arrepiento de no haberte contado lo mucho que me cuesta empezar a escribir cartas, que cada vez que quiero expresarme me vuelvo tonta y me bloqueo, o cómo sentí el primer día que te conocí que eras especial y no alguien que pasaba por pasar sin dejar ni una huella, eres de esas chicas que con la mirada dicen que te van a dejar en la coraza muescas como mínimo, y que con el tiempo me moría de ganas de que las muescas las hicieras con tus dientes y no en mi coraza, que me la quitaras y fuesen en mi cuello o mis caderas.

Me quedé con ganas de decirte que cuanto más te conocía, más te quería conocer, al igual que ahora me quedo con las ganas y sin nada más.