Me he vuelto a sorprender humedeciendo con lágrimas la madrugada por culpa de recuerdos grabados a fuego en mente y corazón. Será porque sigo sin creer que ese adiós fuese el definitivo o porque no asumo lo tonta que soy al desear que vuelvas una vez más pero para no marcharte y quedarte a mi lado el resto de nuestras madrugadas para hacerlas eternas en el más dulce de los sentidos.
La capacidad de recordar momentos importantes debería tener un botón de apagar en caso de emergencia. Para, por ejemplo, esos instantes en los que recuerdo la sensación del calor de tus labios besando mi frente y mis mejillas, o la protección que existe entre tus brazos.
Lo peor de todo, es lo extraño que se hace el no ser capaz de recordar el tacto de tu piel y las mariposas en mi estómago que encendía tu sonrisa.
Ya sé que a todos nos asusta el cambio, pero nada me asusta más que darme cuenta de que esa chica que tanto quería, no volverá. Que el adiós fue definitivo porque ya no es la misma mágica sonrisa, de la que quizá un día, me enamoré.