jueves, febrero 21, 2013

Un trato.

Vamos a hacer un trato: yo te abrazaré cuando tengas frío, secaré tus lágrimas antes de que se precipiten al vacío. Te haré reír cuando tu mundo se venga abajo. Contaré tus lunares un tanto despacio. Acompañaré tus noches con besos y caricias por tu piel con cierta timidez. Retiraré los mechones de tu cabello. Mimaré la sonrisa que se forma en tu cuello. Caminaré por las kilométricas carreteras de ciudad que son tus piernas. Pero lo haré muy despacio, parándome a contemplar cada mínimo detalle. Disfrutaremos del viaje que nos otorga la pasión en una noche de verano. De amor. De locura. Pasaré contigo primaveras, entre susurros y caricias. Otoños de ventoleras, hojas secas y paseos por el centro de Madrid. Inviernos fríos que fundiremos con el calor de nuestro abrazo y todo será más llevadero. Acompañaré tus mañanas con cafés bien cargados y besos de buenos días. Tus noches con suaves masajes en la espalda en los que acabarás durmiendo abrazada a la almohada y yo abrazada a ti. Te acompañaré en tus duras madrugadas y haremos de ellas un momento para recordar.
Pero a cambio, tú, no te puedes marchar.

Una vida por delante.

Heridas del pasado que creemos ver cicatrizar poco a poco, día a día, pero no es más que una simple ilusión, un pequeño toque de esperanza que nos damos a nosotros mismos. No hace falta más que un simple recuerdo para que toda la protección que pusimos sobre ella salga volando cual mota de polvo tras un soplido.

Subestimas el poder de la mente creyendo que algo tan supuesto como un recuerdo, algo tan poco sólido, no puede hacernos nada. Una canción, un olor, un momento, un lugar, una persona, un recuerdo... Casi conseguiste olvidar que dolía, pero "casi conseguirlo" no vale. Tienes que conseguirlo del todo. Que no duela, ni escueza, que ni siquiera pique. Que consigas reírte en la cara del destino, le enseñes que has podido esquivar todos sus golpes y le muestres que no vas a rendirte nunca. Que si te has caído siete veces, te levantas ocho si quieres.

Que cuando vuelvan a reabrirse las heridas, lo hagan cada vez menos. Que si caíste en el hoyo de cien metros, ten por seguro que el siguiente será solo de cincuenta y cada vez costará menos. Que si te cansas de andar, te sientas, pero siempre continúas. Que la solución no está en el filo de un metal. O en el fondo de una botella. O en el humo de un cigarro. Que la única solución para tus problemas eres tú.
Aprende a reír, a llorar, a gritar, aprende a sentir. A expresar tus emociones. Que si lloras, llora siete mares, pero luego seca esas lágrimas con el resplandor de tu mirar. Que si ríes, tengas que pararte a respirar. Que si quieres, que si amas, lo hagas con seis de tus cinco sentidos, que lo hagas de verdad. Que si sientes que tu mundo se derrumba, levantes un pilar sobre los cimientos más sólidos de tu vida, y poco a poco hagas una nueva. Nunca mires atrás, sigue hacia delante. Hacia una nueva vida. Una vida mejor. Una vida que es solo tuya y sobre la que solo tú puedes decidir.