jueves, enero 29, 2015

Cuando finjo que no estás.

Llevo tanto tiempo queriendo escribirte, una canción, un poema o cuatro frases mal estructuradas para intentar explicarte lo que ni yo sé explicarme a mí misma, que ya he perdido la noción de los días y las horas desde que todo empezó.

Con todo me refiero a encontrarte viniendo de frente por un lado de mi camino, y encontrarme a mí no queriendo apartarme para ver si por casualidad tú tampoco te apartabas y cuando nuestros cuerpos chocasen, decidías abrazarme y darme un beso de esos que se dan con ganas y se sienten más que ningunos otros.

Recuerdo verte venir desde muy lejos, y me recuerdo no queriendo hacerme a un lado, deseando más que nada chocarme contigo.
Y cuando (por fin) nos chocamos, no querer separarme de ti, ni de tu sonrisa, tu mirada, y mucho menos, del calor de tus abrazos en los fríos paseos nocturnos por Madrid.

Ahora es cuando no puedo imaginarme sin echar todo eso de menos, y todo lo que no hemos vivido aún y ya echo en falta.
Sin extrañar tu dulce voz al otro lado del teléfono a las tantas de la madrugada aunque estés muerta de sueño e intentes convencerme de que no, con tal de hablar un rato más, y escuchar tus "te quiero, imbécil" que provocan casi de forma inmediata un "te quiero, gilipollas" de mis labios, entre suspiros, con los ojos cerrados y el corazón abierto.
Echar de menos hasta la cara de tonta que se me queda tras colgar y la forma en que abrazo la almohada deseando que aparezcas, y soñarte noche tras noche, e incluso día tras día, porque estás siempre aquí, aunque no te vea y no me creas cuando te digo que vivo desde que choqué contigo, que cuanto más te conozco, más quiero conocerte.

Porque me encantas tal y como eres y quiero saber el cúmulo de causalidades que te han hecho tan así, tan tú, tan… ¿Ves? Sigo sin saber explicarme, y no hago más que delirar palabra tras palabra y ya van cinco párrafos. Y es que no hay términos suficientes para definirte, definir lo que me haces sentir, incluso cuando finjo que no estás, porque estás dormida y me quedo pensándote hasta que caigo rendida y consigo encontrarte en el mundo al que verdaderamente perteneces, porque eres un sueño, aunque un sueño hecho realidad.

lunes, enero 26, 2015

Parte IV: Te llaman soledad.

Volvemos a encontrarnos, compañera.

Ya no sé cuánto tiempo llevas a mi lado, he perdido hasta la cuenta. Hay veces en las que me haces creer que desapareces, pero al final
descubro que solo te has hecho a un lado para dejarme respirar.
Te lo agradezco, me hacen falta aires nuevos de vez en cuando.

Sólo te pido que la próxima vez que finjas desaparecer, no te quedes acechando y te vayas, que no vuelvas nunca más. Porque no te necesito y me haces daño aunque seas ya parte de mí y de mi naturaleza.

Lárgate y no vuelvas, compañera,
no te quiero necesitar.
Quiero necesitarme solo a mí, a nada más.

Me agobias, entorpeces todo y no eres más que una oscura sensación. Ni siquiera existes de forma material, maldita sea.
¿Cómo puedes afectar tanto?

Quiero decirte adiós para siempre, compañera, no me lo pongas tan difícil, no hagas que parezca algo imposible el vivir sin ti. Sé que es sencillo, muchos ni te conocen.

Odio tener miedo a seguir necesitándote, porque sé que si lo hago, no te irás.

Aún no me atrevo a decirte adiós, compañera, lo dejaré en un "hasta pronto".