martes, julio 10, 2012

Un lugar al que verdaderamente perteneces.

Volver a un lugar en el cual hace mucho que no has estado. Situarte en algún lado, en el mismo lado en el que solías estar años atrás. Admirar el paisaje que ven tus ojos. Desconectar. Despreocuparte de todo por un momento. Miles de recuerdos invaden tu mente. Tanto tiempo pasado. Tantas cosas vividas. Pocas cosas olvidadas.
Permaneces inmóvil allí. Sigues mirando el mismo paisaje que mirabas años atrás, cuando eras un niño, cuando eras despreocupado y alegre, cuando todo daba igual. El paisaje sigue igual, salvo por un cambio, tu cambio. Tú has cambiado, pero solo por fuera. Tu mirada sigue siendo la misma. Tus ojos se iluminan cuando estás allí. Cuando recuerdas el verde de esos árboles. La oscuridad de aquellas noches. Las estrellas  adornando el cielo. Ese silencio sepulcral que había de madrugada. Tardes, mañanas y noches felices en aquel lugar. Todo sigue igual. 
Esa sensación de calma, tranquilidad, seguridad, de que nada te va a pasar allí, de que ese es tu verdadero hogar. Cantidad de buenos recuerdos, pocos que te puedan amargar. Tantos son los buenos, que los malos se pueden olvidar con mucha facilidad.
Recuerdas canciones, momentos, personas, olores, colores, sonidos, sentimientos... Sí... Sigues sintiendo lo mismo cuando estás ahí, lo mismo que sentiste la primera vez que pisaste esas tierras, te sientes niño otra vez.
Me alegro de sentir que pertenezco a un lugar. Por desgracia, un lugar alejado de donde vivo en realidad. Me entristece pensar que no voy a volver a pisar esa tierra, a oler esos olivos, a ver ese paisaje... Me entristece pensar que mis ojos no se volverán a iluminar jamás como lo hacían antes.

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